viernes, 25 de septiembre de 2009

BELÉN GOPEGUI, DESEO DE SER PUNK

“DESEO DE SER PUNK”, de BELÉN GOPEGUI

La aparición de Belén Gopegui en el panorama literario español, hace ya unos cuantos años, supuso una voz nueva, algo que los críticos decimos con relativa frecuencia y quizás sin demasiado fundamento, cuya originalidad y frescura llamaron la atención de muchos otros escritores y analistas, aunque no sea- ni lo pretenda- una autora de masas. Son las suyas, por lo general, historias intimistas y cultas, con constantes referencias a la vida cotidiana, parejas cuyos hijos crecen y que se plantean el sentido de sus elecciones vitales, amores no demasiado fatales, escenarios urbanos, madrileños en co ncreto, y una mezcla de emoción y racionalidad que cautivan fácilmente. Libros como “La escala de los mapas”(1992), “Tocarnos la cara”(1995) o “La conquista del aire”(1998) me parecieron magníficos y la propia Belén Gopegui se convirtió en uno de los referentes de la narrativa española de los últimos años, una escritora que en parte podía emparentarse con Carmen Martín Gaite, pero cuyas historias marcaban magníficamente la evolución de la sociedad y la mujer en España, incluso en contraste con las de la otra novelista: frente a mujeres que se abren paso en un mundo masculino, o encerradas en su casa, las mujeres de Gopegui viven, con los impedimentos que se quiera, sus vidas sin depender de los hombres o con los inestables lazos que se pueden tener en una sociedad tan compleja.

Más tarde, “El lado frío de la almohada y “El padre de Blancanieves” me parecieron claramente por debajo de las anteriores obras y “Deseo de ser punk” confirma esa tendencia a la baja de la obra de la escritora: novela en la que no falta su habitual dominio de los ambientes cerrados, los diálogos bien resueltos y el dominio de las estructuras narrativas, “Deseo de ser punk” evita el tono paternalista (o maternalista) de los autores que centran la narración en un joven, que a menudo usan una voz impostada, y reflexionan o escuchan la misma música que el autor, y presenta la narración en primera persona de una joven cuya vida cambia radicalmente a partir de un determinado momento y se dirige a un chico al que entonces conoció. Novela corta, de tono intimista, la autora se mete en la piel de la adolescente, de sus gustos musicales y sus tensas relaciones con los padres y adultos, para reprocharles el final de su compromiso o su más o menos inevitable aburguesamiento, pero Gopegui no consigue en ningún momento quitarnos la sensación de que es la suya una voz prestada, no propia, de que la muchacha que nos habla “parece una persona adulta haciéndose pasar por adolescente”, rasgo por otra parte muy habitual en la mal llamada novela juvenil que desde hace un par de décadas, al calor de propagandas institucionales y recomendaciones de los profesores, inunda las bibliotecas escolares y las aulas. Esa endeblez en la construcción narrativa y un más que discutible final rebajan notablemente el interés de un libro que en mi opinión sigue sin ayudar a que la autora recupere el nivel de los anteriores.